Enseñar a los niños a distinguir el hambre real y emocional


En un mundo donde la comida está disponible en todo momento y donde las emociones suelen gestionarse con alimentos (un helado para celebrar, una galleta para calmar un llanto), es fundamental cómo enseñar a los niños a distinguir el hambre real y emocional. Esta habilidad no solo les ayudará a desarrollar una relación sana con la comida, sino que también fomentará su autoconocimiento y bienestar a largo plazo.

1. Explicarles la diferencia

Desde pequeños, podemos enseñarles que el hambre real es una señal del cuerpo que nos indica que necesitamos energía, mientras que el hambre emocional aparece cuando sentimos aburrimiento, tristeza, estrés o incluso felicidad.
• Hambre real: aparece de forma gradual, cualquier alimento la satisface, y al comer nos sentimos saciados y con energía.
• Hambre emocional: aparece de repente, suele antojarse algo específico (dulces, snacks), y después de comer no hay una sensación real de satisfacción.

Ejemplo práctico: Preguntarles: ¿Sientes hambre en la barriga o es más bien una sensación en tu cabeza?

2. Enseñarles a escuchar su cuerpo

Animar a los niños a identificar señales físicas de hambre:
• ¿Te suena la barriga?
• ¿Sientes debilidad o falta de energía?
• ¿Cuándo fue la última vez que comiste?

Un buen truco es pedirles que imaginen si les apetece comer una manzana o un plato de comida casera. Si la respuesta es “no”, probablemente no sea hambre real.

3. Diferenciar las emociones y ofrecer alternativas

Si un niño pide comida fuera de las horas habituales, es útil preguntarle:
”¿Tienes hambre o estás aburrido/triste/cansado?”
Si la respuesta es emocional, podemos ofrecer alternativas:
• Si está aburrido, invitarle a jugar o hacer una actividad.
• Si está triste, validar su emoción y abrazarle en lugar de ofrecerle comida.
• Si está cansado, animarle a descansar o respirar profundo.

4. Fomentar la alimentación consciente

Crear un ambiente tranquilo para comer, sin distracciones como pantallas, ayuda a los niños a reconocer cuándo están saciados. También podemos enseñarles a masticar despacio y a disfrutar los sabores.

5. Predicar con el ejemplo

Si los niños ven a los adultos comiendo por ansiedad o premiándose con comida, aprenderán a hacer lo mismo. Por eso, es clave mostrar una relación saludable con la alimentación, sin dietas restrictivas ni emociones reprimidas a través de la comida.

Conclusión

Saber cómo enseñar a los niños a distinguir el hambre real del hambre emocional es una herramienta poderosa para su desarrollo. Al ayudarles a escuchar su cuerpo y gestionar sus emociones sin recurrir a la comida, estaremos fomentando hábitos saludables que les acompañarán toda la vida.

Enseñar a los niños a distinguir el hambre real y emocional