EDUCAR CON MÁS ABRAZOS Y MENOS GRITOS


La educadora y escritora propone un modelo de crianza en el que la confianza y la relación con los hijos se ven reforzadas para educar con más abrazos y menos gritos.

Por: Soledad Bescós

 “A veces me pongo en la piel de los niños y me doy cuenta de que están constantemente recibiendo instrucciones de adultos y, además, con hostilidad. Mi experiencia me dice que cuando damos instrucciones con amabilidad, con “disciplina juguetona”, los niños son mucho más receptivos”. Los juegos, cuentos, canciones y buen humor son claves para que los problemas cotidianos de convivencia desaparezcan”, explica Amaya de Miguel.

Autora del libro ‘Relájate y educa’ y fundadora de la escuela online con el mismo nombre, su metodología ha inspirado a cientos de familias para mejorar su forma de comunicarse. Con más humor y amor se puede vivir en armonía. Para ello, Amaya de Miguel propone una “mentalidad de familia”, que resuelve la siguiente pregunta: “¿Qué necesita cada una de las personas de este grupo en este momento, incluyéndome a mí? ¿Y qué tengo que hacer para conseguirlo?”.

Amaya recurre a la alegoría del Flautista de Hamelín, cuya melodía siguen los niños fehacientemente, unos niños a los que no se les da opciones ni se les riñe, sino que se les transmite unos objetivos claros, un sentido de dirección a través de esa música. Nos sugiere, como adultos, el encontrar esa melodía, un cambio de mentalidad por nuestra parte y cuando surge una situación en la que no se recibe una respuesta positiva por parte del niño o niña, como no hacer los deberes o no lavarse los dientes, nunca considerarlo un problema, sino una “dificultad” que tiene y por la cual hay que ayudarle.

Otros errores en los que caemos es el de comparar o el de fomentar la competitividad entre hermanos.  La clave es dar amor incondicional y que el niño o niña lo sienta, lo perciba, desarrollando una conexión y a partir de ahí el refuerzo positivo.

Vivir en un ambiente de gritos, amenazas y chantajes no es positivo para los pequeños porque les genera miedo, no interiorizan la conducta positiva y, además, a largo plazo no es una técnica que funcione, se rebelan. Nadie, ni adultos ni niños, se benefician de la tensión que generan los gritos», asegura Amaya.

TRUCOS Y PAUTAS

¿Cuáles son las herramientas efectivas para educar con más abrazos y menos gritos?

Aunque depende mucho de las situaciones, es muy importante, que los padres tengan el liderazgo bien construido. No pueden permitir que los niños cojan el volante, no deben decidir cuándo usar el móvil, cuánta tele ver, qué comer en cada momento. Somos los adultos debemos marcar siempre esos parámetros y que los hijos tengan muy claros.

En segundo lugar, es esencial que haya presencia del adulto. Un niño de cuatro años se puede vestir solo físicamente, tiene toda la capacidad para ello, pero emocionalmente quizá no. Entonces, la madre debe ayudarlo, hacerlo juntos y, además, lograr que sea un rato bonito de conexión, poniendo música, contando bromas.

Las órdenes y los límites son necesarios para que los hijos tengan un buen desarrollo y para que vayan adquiriendo responsabilidades y autonomía. Pero estas reglas siempre han de estar rodeadas de amor, cariño y de un vínculo afectivo.

Hay situaciones clásicas que se repiten en millones de hogares cada mañana: los niños no se quieren levantar, no quieren lavarse, tiran el desayuno por la mesa… ¿Cómo cambiar este escenario?

Cambiando la hora de acostarse para que puedan descansar más y, si es posible, que se levanten lo suficientemente temprano para que el ritmo de la mañana sea infantil, porque los adultos vamos a toda velocidad mientras que ellos viven en el aquí y ahora.

También es importante conocer bien a los hijos y sus emociones.

Si tras un grito se consigue que hagan lo que dicen los padres ¿se debe entender que los gritos educan? Los gritos dan miedo. Pero cuando ese miedo deje de existir ya no tendrá un resultado. Si conseguimos vincular una emoción positiva a eso que ellos no quieren hacer, hay ya mucho ganado.

¿Y qué sentimientos se generan en los propios padres cuando gritan y no quieren hacerlo?

Hay madres que por las noches lloran por la frustración de gritarles. La buena noticia es que cuando se adquieren nuevas herramientas, el conflicto en sí no desaparece, pero se soluciona de otra manera.

¿Qué otras claves hay para mantener un hogar en armonía?

Pasar tiempo juntos, y con presencia; no vale estar viendo el móvil mientras el niño está con videojuegos. Pasar tiempo juntos implica compartir cosas: el silencio, los videojuegos, la música, recoger la casa, salir a pasear, montar en bici y crear muchos momentos de conexión.

¿Que hacer para que los hijos obedezcan? Darles amor visible, que es aquel que se manifiesta de una forma real cuando las cosas van bien, pero sobre todo cuando van mal.

¿Cómo NO debemos actuar con nuestros hijos para que obedezcan?

  1. No a los Gritos: Gritar no hace que los hijos obedezcan más. Cuanta más agresividad y más alto se quiera gritar, más corazas crearán y menos caso harán.
  1. No a los Chantajes y premios: “Las casas en donde más se grita, donde más se castiga, más se premia, más se chantajea y más se amenaza, son las casas en donde se obedece menos”, dice Amaya de Miguel. Si se les premia es mucho más efectivo.
  1. No a la Humillación y el castigo. Decirles algo como decimos “¡Pareces tonto! ¿Por qué no has hecho lo que te he ordenado?” les humillamos y les hacemos sentir mal. Al castigarles y no comunicarse con ellos, lo único que se consigue es reprimir sus emociones y que se cierren en banda.

 ¿Cómo actuar para educar con más abrazos y menos gritos?

  1. Si a la presencia y comunicación cara a cara: gritar desde otra habitación no es la mejor manera de que obedezcan. Hay que hacer acto de presencia: ir a sus cuartos, mirarles a los ojos y avisarles de que en un rato van a tener que hacer algo que les indicamos.
  2. Si al respeto profundo para ganar su confianza: Como dice Amaya de Miguel, mediante las órdenes se va a conseguir que los hijos obtengan una mayor autonomía, seguridad y autoestima. “El respeto profundo es una de las formas de manifestar el amor”. Este respeto significa valorarles, no despreciarles y acompañarles en su vida.
  1. Dar el tiempo que necesiten.
  1. Obedecer jugando: Inventando juegos (tanto para niños como para adolescentes), parodiarnos o cantar para que se den cuenta de que hay que cumplir esa orden.
  1. Crear vínculo: Sin vínculo, no hay confianza. Y sin confianza no se cumplen las órdenes. Hay que compartir con ellos una conexión física: a través de besos, abrazos; una conexión intelectual: charlando con ellos con una escucha activa de los temas que a ellos les interesan; y una conexión en el ocio.

Por último dos casos específicos:

  • Hijos difíciles y retadores: Amaya de Miguel cuenta que siempre vemos el mal en ellos, pero no nos cuestionamos nuestra actitud. Por eso, debemos dejar de observarles con rasgos de desobedientes o retadores y ver realmente sus necesidades. “El cambio es del adulto, no es del niño. En el momento en el que tú respondes a la necesidad que tenga el niño, él va a cambiar también su actitud”.
  • Adolescentes que no obedecen: Aprovechar los ratos en los que deben salir de su cuarto para llamar su atención. Por ejemplo, podemos poner una serie que les gusta y que vean que los padres la están viendo o hacer una comida que les guste mucho, o conversar sobre un tema sobre el que estén interesados. Ganando su confianza, irán acatando poco a poco las órdenes.

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