«Cuando duermo…» por David Cantero


Aquí os dejo un texto escrito por David Cantero, presentador de informativos de TVE, se titula «Cuando duermo…»

«No, tú no puedes seguir haciéndome esto, dice ella sonriéndole dulce y penarosa, acariciandole su mano muy despacio, con ternura. No puedes seguir apareciendo así en mi vida, siempre tan tierno y seductor. Tan amoroso. No puedes encantarme de este modo atroz. Cada vez más. Enamorarme tanto para tan poco.No es un reproche, de verdad que no. Pero intuyo que nunca llegaré a tenerte, lo sé, a tenerte de verdad, como yo quisiera. No dudo de ti, tampoco de mi, es la vida la que impide, la que miente tanto y tan mal que me indigna. Creo que ya te amo, y tu amas ya. Aunque ni por asomo nos atrvemos a mencionarlo.
Ten cuidado por favor. Es ya casi inevitable llegar a amarte, que lleguemos a amarnos de forma inconcebible. ¿No te das cuenta? Es verdad, tenías razón, estábamos destinados a encontrarnos, en algún lugar estaba escrito que llegaríamos a esto. Pero ¿qué es esto? lo escrito estaba escrito en papel y en tiempo equivocados. ¡ Que pena! Todo eso da igual, el caso es que no quiero enamorarme de ti ¿lo entiendes?. Ni un segundo más, ni un milímetro más. No quiero hundirme más en esta profundidad de días, noches y besos improbables, anegar más en ti, y que tú te inundes más de mí. No quiero que nos ahoguemos de este modo.

Así que no sigas haciéndome esto, no me dejes seguir a mí. No me escribas ni me digas palabras deliciosas, no me regales melodías que conmueven y alientan el amor. No me tientes de nuevo con tu voz, con tus sonrisas ni con el vuelo lento de tus manos, con tus ojos tramperos y anhelantes. No me mires así, cambia esa maravillosa mirada por una que yo pueda desechar, incluso despreciar. ¿Sabes de que te hablo? no sigas, no me enamores más por que no podrás amarme. Ni podrás permitirte que yo te ame.
Cuando duermo lo veo tan claro, mi amor. Mucho más que ahora, que no puedo dejar de mirarte, de desearte, de esperar que tu mano acaricie mi mejilla o mi cintura, que tus labios se atrevan y se aproximen a los mios. Siquiera no hemos besado y ¡fijaté! que dulcísima tortura. Por eso no debes avivar más el sueño de lo que nunca será.
Tienes que dejarlo, ¿sabrás hacerlo? tienes que dejar de ser tan dulcemente testarudo. Y no me preguntes que haré yo al respecto. Yo ya no tengo voluntad para impedirlo. Ya me he rendido a tu osadía, y no conozco otros impedimentos para amarte que no sean los tuyos. Que maldita sensación la de pasar y no pasar por ti, la de tenerte tan cerca y no tenerte, la de querer acariciarte y poder apenas rozarte, la de tener ahora que sentir y escribir todo esto.
Dejaló, dejamé así, deja que pueda coleccionarte como un raro recuerdo, como un bellísimo sueño. Imaginaré que escuché o leí esta extraña historia en algún sitio. Me convenceré de que nunca existió e intentaré olvidarte…»